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Los campos de flores se extienden desde el pueblo de montaña a lo largo de cada carretera, con retazos ondeantes de blanco, rosa y morado. La belleza en este rincón del Estado de Shan, en el noreste de Myanmar, podría parecer un respiro de la brutal guerra civil del país. En cambio, las flores son un síntoma: todo son adormideras en estos campos, y Myanmar vuelve a ser el mayor exportador mundial de la materia prima para fabricar heroína y otros opioides.
Y eso es solo el principio. Desde que cayó en un conflicto civil a gran escala hace casi cuatro años, después de que los militares derrocaran al gobierno electo, Myanmar ha consolidado su estatus como un foco de crimen transnacional. Es un patio de recreo para señores de la guerra, traficantes de armas, traficantes de personas, cazadores furtivos, sindicatos de drogas y generales buscados por tribunales internacionales.
La crisis humanitaria en Myanmar se agrava con cada día que pasa, y la comunidad internacional ha expresado su profunda preocupación por la situación en el país. Es necesario tomar medidas urgentes para poner fin a esta espiral de violencia y criminalidad que está afectando a tantas personas en Myanmar y más allá.