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Los fondos para programas de salud vitales en todo el mundo siguen congelados y su trabajo no ha podido reanudarse, a pesar de la orden de un juez federal que detuvo temporalmente la desmantelación de la agencia de ayuda extranjera principal del gobierno por parte de la administración Trump.
Entrevistas con personas que trabajan en iniciativas de salud en África y Asia revelaron que en Kenia, los padres cuyos hijos se cree que tienen tuberculosis no pueden hacer que los analicen. En los campamentos en Nigeria o Bangladesh no hay agua potable para las personas que huyeron de conflictos civiles. Un programa de alimentos terapéuticos no puede tratar a niños agudamente desnutridos en Sudán del Sur.
“Tenemos personas viajando 300 kilómetros desde las montañas para intentar encontrar sus medicamentos en otros hospitales, porque no quedan en donde viven”, dijo Maleket Hailu, quien dirige una organización que ayuda a personas con VIH en la región de Tigray en Etiopía y que dependía de la financiación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. “U.S.A.I.D. proporcionaba los medicamentos y los transportaba a lugares rurales. Ahora estas personas están desamparadas sin información adecuada”.