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Al inicio de su mandato, el Presidente Trump sonaba como si estuviera ansioso por tratar con el Presidente Xi Jinping de China en la gama de temas que dividen a las dos superpotencias más grandes del mundo. Él y sus colaboradores indicaron que querían resolver disputas comerciales y bajar la temperatura en Taiwan, controlar la producción de fentanilo y llegar a un acuerdo sobre TikTok. Tal vez, con el tiempo, podrían manejar una carrera armamentista nuclear renovada y la competencia sobre la inteligencia artificial.
Hoy en día es difícil imaginar que alguna de esas negociaciones se lleve a cabo, al menos por un año. La decisión del Sr. Trump de apostarlo todo a ganar una guerra comercial con China amenaza con cortar esas negociaciones antes de que siquiera empiecen. Y si llegan a comenzar, el Sr. Trump podría estar ingresando a ellas solo, porque ha alienado a los aliados que en años recientes habían adoptado un enfoque común para contrarrestar el poder chino.
En conversaciones durante los últimos 10 días, varios funcionarios de la administración, insistiendo en que no podían hablar en público, describieron una Casa Blanca profundamente dividida sobre cómo manejar a Beijing. La guerra comercial estalló antes de que las numerosas facciones dentro de la administración ni siquiera tuvieran tiempo de establecer sus posiciones, mucho menos decidir qué temas eran más importantes.