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La semana pasada, los funcionarios de la Universidad de Harvard estaban tratando de descifrar lo que la administración Trump quería que la escuela hiciera para combatir el antisemitismo. El gobierno había realizado algunas demandas directas, como requerir que la escuela prohibiera las máscaras, que a menudo son usadas por los manifestantes. Sin embargo, otras demandas parecían vagas. Luego, el viernes por la noche, el gobierno federal envió a Harvard una lluvia de nuevas demandas de cinco páginas que reconfigurarían las operaciones, admisiones, contrataciones, facultad y vida estudiantil de la escuela. Harvard tardó menos de 72 horas en decir que no. Esta decisión es la desobediencia más abierta por parte de una universidad desde que el presidente Trump comenzó a presionar a la educación superior para que se ajustara a sus prioridades políticas.