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Antes de ser confirmado como director del F.B.I., Kash Patel dejó claro su intención de remodelarlo a su imagen y semejanza, reflejando el deseo más amplio de la Casa Blanca de doblegar la agencia a su voluntad. “El F.B.I. se ha visto tan comprometido que seguirá siendo una amenaza para la gente a menos que se tomen medidas drásticas”, escribió en su libro “Gánsters del Gobierno”, afirmando que las altas esferas del buró deberían ser eliminadas.

Tras bambalinas, su visión de un F.B.I. bajo el presidente Trump está tomando forma silenciosamente. Agentes han sido obligados a salir. Otros han sido degradados o puestos en permiso sin explicación. Y en un esfuerzo por rastrear las fuentes de las filtraciones de noticias, el Sr. Patel está obligando a los empleados a someterse a pruebas de polígrafo.

En conjunto, las medidas están causando una agitación preocupante en el F.B.I., generando miedo e incertidumbre a medida que el Sr. Patel y su subdirector, Dan Bongino, reponen rápidamente los escalafones superiores con agentes y enfocan la atención de la agencia en la inmigración. Sus persistentes afirmaciones de que el buró fue politizado bajo directores anteriores, además de sus acciones rápidas contra colegas, han llevado a los empleados a preguntarse si ellos también serán despedidos, ya sea porque trabajaron en una investigación vilipendiada por seguidores de Trump o tenían lazos con la administración anterior.