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Irán figura entre los diez principales productores de petróleo a nivel mundial, con unas reservas probadas que ascienden a 208.600 millones de barriles, de acuerdo con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), de la que es miembro fundador. La posibilidad de una represalia de Israel a los recientes ataques lanzados por Irán ha puesto al mercado en un estado de constante alerta.

Durante agosto, Irán produjo un promedio de 3,2 millones de barriles según los estimados de la OPEP basados en fuentes independientes, de los cuales más de la mitad se destinaron a la exportación. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que su capacidad sostenida de producción es de 3,8 millones de barriles diarios, aunque en el pasado agosto se calcula que alcanzó los 3,4 millones.

El principal destino del petróleo iraní es China. A pesar de que la industria está nacionalizada y la legislación iraní prohíbe la propiedad extranjera de los recursos naturales, el país ha permitido previamente inversiones externas a través de subsidiarias locales. Durante los años setenta, Irán alcanzó una producción máxima de 6 millones de barriles diarios, un nivel que no ha logrado recuperar debido a la guerra con Irak, sanciones internacionales y falta de inversión.

El petróleo representa más del 41% de los ingresos de exportación de Irán, sumando 99.690 millones de dólares en 2023 según el reporte de la OPEP. Un acto bélico por parte de Israel hacia las instalaciones petroleras iraníes podría conllevar un aumento significativo en los precios del crudo, que ya han estado incrementándose.