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La selección chilena de fútbol dejó una sensación agridulce tras su empate sin goles ante Perú. Aunque el resultado no favorece significativamente su posicionamiento en la lucha por el séptimo puesto para el repechaje, el equipo mostró signos de mejoría en comparación con su deslucida actuación en Colombia. Sin embargo, el empate en Lima fue deplorado, ya que existían expectativas de un mejor resultado ante uno de los rivales más débiles en las Eliminatorias.
Pablo Milad expresó la necesidad de obtener el máximo de puntos tras el partido. A Ricardo Gareca se le había solicitado lograr al menos cuatro puntos en estos dos encuentros, particularmente por tratarse de compromisos directos. Aún es posible cumplir esta meta, pero ahora resulta imprescindible vencer a Venezuela este martes en el Estadio Nacional.
Las Clasificatorias al Mundial 2026 han representado un arduo desafío para Chile, influenciadas por diversos factores. La llegada del entrenador Ricardo Gareca inicialmente trajo un aliento de esperanza, pero con el paso del tiempo, esa ilusión se ha desdibujado, poniendo en duda la permanencia del técnico argentino. Sus decisiones han generado desconcierto, desde ceder principios o actuar por necesidad, evidenciando contradicciones que complican el trayecto de la Roja hacia el Mundial.
El regreso de Arturo Vidal, quien criticó a Gareca cuando no formaba parte del equipo, es un ejemplo de estos cambios de dirección. Gareca convocó de emergencia a Vidal, quien rápidamente pasó de estar apartado a ser titular y capitán, debido a la falta de líderes en el plantel. Un caso similar ocurrió con Mauricio Isla, quien tras ser marginado en anteriores encuentros, volvió a ser convocado por la sanción de Felipe Loyola.
Un aspecto que destacó en el partido contra Perú fue la pasividad del cuerpo técnico chileno en la segunda mitad, cuando el encuentro requería intervenciones tácticas. Gareca sólo decidió ingresar a Esteban Pavez y Felipe Mora en el tiempo de descuento, mientras que Luciano Cabral nuevamente no tuvo minutos. Gareca argumentó que el equipo no requería cambios prematuros, aunque hizo lo opuesto en el partido contra Bolivia, donde sacó del juego a Ben Brereton en el primer tiempo.
Durante el enfrentamiento en Lima, Chile mostró dos facetas diferentes. En la primera parte, dominaron al rival: mantuvieron un 61% de posesión, realizaron nueve tiros, de los cuales cuatro fueron al arco, y completaron el 87,3% de sus pases correctamente. No obstante, en la segunda mitad, estos números disminuyeron, habiendo logrado solo un tiro a puerta y con un 76,2% de precisión en pases, reflejando una falta de dinamismo previo al final del partido.
La capacidad de convertir goles continúa siendo un reto que el equipo y el cuerpo técnico aún no han resuelto. Bajo la dirección de Gareca, la selección chilena ha marcado únicamente dos goles en ocho partidos oficiales, ambos anotados por Eduardo Vargas. La puntuación de la Roja como visitante ha sido especialmente alarmante, acumulando solo uno de 18 puntos posibles y poniendo en riesgo sus aspiraciones de clasificación.
