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En 1962, Gordon Matta-Clark, entonces un joven de 19 años en su último año de secundaria, se encontraba ante decisiones cruciales sobre su futuro académico. En medio de esta etapa de incertidumbre, recibió una carta de su padre, el influyente pintor Roberto Matta, sugiriéndole que considerara la arquitectura como un camino para dar sentido a su vida.
Este vínculo epistolar entre Gordon y su padre, a menudo caracterizado por desencuentros, ha sido objeto de un exhaustivo estudio por parte de Ariel Florencia Richards. Durante su investigación en el Canadian Centre for Architecture en Montreal, Richards descubrió una correspondencia que muestra una relación más rica y compleja de lo que se creía, rebosante de cariño y admiración mutua.
La publicación del libro “Gordon Matta-Clark. Contra viejas superficies” explora esta dinámica familiar, que desafía la noción común de enemistad. Con entrevistas y documentos inéditos, Richards argumenta que la relación entre Gordon y Roberto fue una mezcla de competencia y afecto, con influencias artísticas recíprocas que moldearon profundamente el trabajo de Matta-Clark en la arquitectura y el arte conceptual.