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En el marco de una resistencia estratégica, la escuadra chileno-peruana se preparó para enfrentar a la armada española, esperando la llegada de dos modernos buques blindados peruanos, el Huáscar y la Independencia, para equilibrar el dominio naval español en el Pacífico sur. En diciembre de 1865, un acuerdo de alianza se firmó entre Chile y Perú como respuesta a la ocupación española de las islas Chincha, un acto que desencadenaría la declaración de guerra apenas unos meses después.

A pesar de la superioridad anunciada de España en la región, la captura de la goleta Covadonga por parte de la corbeta chilena Esmeralda sorprendió a todos, lo que llevó al almirante José Manuel Pareja a tomar decisiones drásticas. Para defenderse, la fuerza naval aliada se congregó en un fondeadero a salvo en el canal Abtao, mientras que las precarias condiciones de sus naves no hicieron más que complicar la operación.

En un épico combate en el caudal del canal Abtao, el 7 de febrero de 1866, las fuerzas unidas de Perú y Chile resistieron una embestida por parte de las fragatas españolas Blanca y Villa de Madrid. Bajo un cañoneo de dos horas, las naves aliadas, lideradas por figuras prominentes como Miguel Grau y el joven Arturo Prat, mantuvieron su formación, obligando eventualmente a las naves españolas a retroceder.

A pesar de la retirada española y el posterior bombardeo sobre Valparaíso, la batalla de Abtao se consolidó como un acto de valentía y resistencia, estableciendo vínculos duraderos entre los dos países sudamericanos y preparando el terreno para enfrentamientos futuros en la Guerra del Pacífico. El compromiso y valentía manifestados por marineros como Grau y Prat generaron un legado que perduraría a través de los años.