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En una mañana de septiembre de 1547 en Santiago de la Nueva Extremadura, el ambiente se llenó de expectativas con la llegada del capitán Juan Bautista Pastene. Pedro de Valdivia, gobernador de la colonia, urgido por el anhelado refuerzo desde Perú, se apresuró a recibir a Pastene con la esperanza de conseguir los recursos necesarios para su proyecto de conquista. Sin embargo, su esperanza se desvaneció al encontrarse con un grupo fatigado y sin recursos, producto de los ataques de las tribus locales durante su viaje.
En busca de una solución desesperada, Valdivia ideó un plan audaz. Necesitando apoyo para ser reconocido oficialmente como gobernador, lo cual requería aportar recursos a Pedro de la Gasca, un enviado del Rey Carlos V, Valdivia elaboró una estrategia para reunir fondos. Para ello, consintió finalmente que los residentes que habían amasado oro pudieran dejar la colonia, aunque en realidad su plan oculto consistía en sustraer estos recursos para su aventura personal en Perú.
El movimiento culminó en Valparaíso, donde Valdivia reunió a los emigrantes prometiendo despedirse en un banquete. Durante dicha reunión, pidió a los presentes que formalizaran una promesa de apoyo hacia su misión. En un acto sigiloso, Valdivia dejó el banquete, abordó una nave y, con los recursos recolectados, se dirigió a Perú. Este atrevido plan le permitió involucrarse en la pacificación del Perú y asegurar su reconocimiento como gobernador, aunque no sin enfrentar acusaciones y críticas a su regreso.