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Desde hace aproximadamente diez años, las seis jornadas del festival han mostrado un interés particular por los espectáculos humorísticos. En esos días, los chilenos nos convertimos en críticos del ingenio, el humor y la ironía, evaluando a los comediantes con una especie de pulgar arriba o abajo según nos provoquen risas o no. Juan Pablo López, el cuarto humorista del festival de 2025, llegó con varias herramientas a su favor. Aunque tiene un millón de seguidores en Instagram, su cara no es tan conocida por el público en general, lo que disminuía la presión sobre él. Además, el ambiente relajado de la noche de rock le era favorable.

Al inicio, López se mostró cohibido y tenso, con una expresión facial que reflejaba el peso de la actuación. Su nerviosismo se incrementó debido a un problema técnico con la iluminación que interrumpió brevemente su presentación. Su lenguaje corporal, abriendo y cerrando el puño de su mano izquierda mientras mantenía una mirada fija, indicaba un intento por recordar su guión. A medida que avanzaba en su actuación, su confianza creció.

Aunque al principio, sus chistes mostrando un estilo noventero, no parecían conectar del todo, pronto ajustó su enfoque hacia temas de la vida cotidiana, que resonaron con el público. La comedia sobre situaciones habituales, incluyendo el caos del barrio Meiggs y la delincuencia en Santiago, establecieron un vínculo con los espectadores. Con su estilo que recordaba al humorista Eugenio, López logró cautivar a la audiencia y recibió dos Gaviotas. El espectáculo culminó exitosamente con una reflexión jocosa sobre corredores y los ronquidos, cerrando con una recepción entusiasta y una noche claramente triunfante.