Brad Wenstrup estaba alarmado. Era febrero de 2020, semanas antes de que la pandemia de coronavirus cerrara los negocios y escuelas de Estados Unidos. Pero el congresista de Ohio, un ex cirujano militar de combate, estaba leyendo un correo electrónico de otro doctor sobre cómo los investigadores estadounidenses y chinos habían estado experimentando con virus en Wuhan, China, el epicentro del brote.
La información que Wenstrup estaba recibiendo planteaba serias preocupaciones sobre la seguridad y la ética de estos experimentos. En medio de la creciente incertidumbre sobre el virus, surgieron preguntas urgentes sobre el papel de estos estudios en el inicio de la pandemia.
Este escenario colocó a Wenstrup en una posición de reflexión interna sobre las responsabilidades y los compromisos éticos inherentes a la profesión médica, destacando el juramento hipocrático de “no hacer daño” como un pilar fundamental en el debate sobre las prácticas científicas y su impacto global.