¿Te suena como el inicio de un chiste?: Un promotor de reggae, dos escolares y un poeta entran en un jardín en Nairobi. O una estudiante universitaria, una instructora de tango y un pastor entran en un café en Cleveland. Todos se reunieron recientemente para jugar al ‘Climate Fresk’, un juego de cartas basado en el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático — un volumen de 3,000 páginas lleno de gráficos y jerga tan denso que podría dejar fuera de combate a un oso polar hambriento.
Para los científicos, el informe del IPCC es el estándar de oro, sintetizando decenas de miles de artículos revisados por pares — pero puede ser un poco excesivo para aquellos que solo sienten curiosidad por el clima.
Fresk lo convierte en un juego multijugador que involucra marcadores, papel y 42 cartas de índice que muestran las causas, efectos y los ciclos de retroalimentación del cambio climático. La pizza y la cerveza son adiciones populares, pero opcionales. El objetivo, según dice el creador Cédric Ringenbach, es ayudar a las personas a comprender las conexiones entre la ciencia del clima y los desastres que devastan su mundo: inundaciones, incendios forestales, sequías. Huracanes en el Atlántico y cráteres explosivos en el Ártico.
Para los científicos, el informe del IPCC es la referencia definitiva, integrando miles de artículos revisados. Pero para el público general, sobre todo para los que sienten solo una ligera curiosidad, puede resultar abrumador.
Fresk lo convierte en un juego multijugador que involucra marcadores, papel y 42 cartas que ilustran las causas, efectos y ciclos de retroalimentación del cambio climático. La idea es que, incluso acompañado de una pizza y una cerveza, los participantes puedan entender mejor la complejidad del sistema climaticos y la relación con los efectos visibles a diario.
Este juego se ha popularizado en muchas partes del mundo: fue creado en Francia y luego se difundió rápidamente, llegando a estar disponible en 50 idiomas. La escritora Eugenia O’Neal asistió recientemente a un juego en Londres. Ella ha estado interesada en el cambio climático desde que Al Gore promovió el tema por primera vez, y en 2017 su casa en las Islas Vírgenes Británicas fue destruida por el huracán Irma.
Para ella, jugar Fresk fue una oportunidad para compartir su historia como una lección y una advertencia. ‘Creo que necesitamos un poco de shock’, dice, ‘porque siento que la gente no lo está entendiendo todavía’.
La mayoría de las cartas abordan temas serios: ¿La fundición del permafrost es causa o efecto del cambio climático? (En realidad, es ambos, porque el retroceso del permafrost libera gases peligrosos y también contribuye al calentamiento global). ¿Qué pasa con los incendios forestales? Igual, en ambos casos, son causa y efecto, en un ciclo que se fortalece a sí mismo.
Otros temas son más dramáticos: Los océanos absorben el 91% del calor generado por gases de efecto invernadero en exceso, causando la muerte de corales, alterando corrientes marinas y volviéndose más ácidos. Los moluscos y las cocolitoforidades luchan por formar sus conchas de calcio. ¿Qué es un cocolitoforido? Sí, esos diminutos organismos marinos que constituyen la base de la cadena alimentaria en el océano.
Por tierra, las inundaciones, sequías y ciclones se intensifican. Las cartas no explican todo, pero un estudiante universitario explica: el aire caliente retiene más agua, haciendo que los ciclones sean más fuertes y lluviosos. El aumento de las temperaturas también incrementa la evaporación y seca el suelo, dificultando la absorción de lluvia.
Muchos jugadores comentan que, en su opinión, esto no siempre se discute en profundidad en comunidades rurales o en regiones donde el cambio climático genera cierto escepticismo. Pero, como dice una académica, ’empieza conversaciones’, y eso, a la larga, promueve el cambio social.
Por ejemplo, Megan Yousef, ex farmacéutica en Cleveland que ha organizado unas 60 sesiones de Fresk, explica que en su primer año enseñó a 17 personas, quienes ahora realizan eventos con escuelas, grupos agrícolas y universidades, incluso en comunidades donde la gente desconfía del cambio climático.
Para ella, la clave es tener la mente abierta. ‘No siempre tenemos esas conversaciones en el Medio Oeste’, se ríe, ‘pero empiezan conversaciones, y esa es la forma en que se impulsa un cambio social’.
El juego no es perfecto: una carta sobre emisiones de aerosoles parece una distracción, y el grupo pierde focus respecto al concepto de ‘forzamiento radiativo’. Naomi Mwangi, una publicista de reggae, comenta en bromea: ‘Esto debería tener un poco de música’, mientras ella agita sus largos dreadlocks.
Este tipo de actividades nos muestran que, incluso en medio del escepticismo, las conversaciones sobre cambio climático pueden ser una herramienta poderosa para cambiar la percepción social. La evidencia muestra que, desde su lanzamiento en 2015, más de 2 millones de personas han jugado a Fresk en todo el mundo; solo 33,000 en EE. UU. Pero sus participaciones han sido en prisiones, bares, escuelas y restaurantes, en ministerios de Francia y Croacia.
El único requisito para jugar, dice Ringenbach, es tener una mente abierta. Y, como él explica, ‘el objetivo es crear historias, no ganar ni perder’. La esperanza es que, al entender el sistema, las personas puedan actuar con mayor conciencia y diseñar soluciones reales para afrontar el desafío global.
¿Y tú, qué piensas? ¿Crees que un juego de cartas puede ser una herramienta efectiva para educar sobre el cambio climático? La realidad es que, cuanto más participemos en conversaciones, más posibilidades tendremos de generar cambios tangibles.