LONDRES — Incluso desde la tumba, Jeffrey Epstein sigue provocando controversia entre la realeza.
El lunes, Sarah Ferguson, duquesa de York, fue la integrante más reciente de la élite británica en verse envuelta en la mancha de su amistad con el desprestigiado financista estadounidense, después de que saliera a la luz un correo electrónico en el que ella expresaba apoyo y admiración por Epstein incluso después de que este fuera condenado por solicitar servicios a una menor y encarcelado.
En dicho email, Ferguson mostró apoyo a Epstein, quien en ese momento aún cumplía condena, generando profundas dudas sobre su cercanía con figuras de alto perfil y la percepción pública sobre su relación con alguien acusado y condenado por delitos sexuales.
El caso ha sido un golpe duro para la reputación de la familia real y acrecienta la discusión sobre las conexiones de la élite con personas controvertidas, especialmente en un momento en el que las puertas de la justicia y la transparencia son más demandadas que nunca.
Este episodio evidencia cómo algunos miembros de la élite británica, a pesar de las numerosas acusaciones y condenas en torno a Epstein, mostraron actitudes de apoyo y admiración, lo que plantea interrogantes sobre la moralidad y ética en los círculos de poder.
La relación de Ferguson con Epstein, ahora muy cuestionada, puede tener repercusiones duraderas en su imagen pública y en las percepciones sobre la nobleza y las instituciones tradicionales en Gran Bretaña.
Mientras tanto, la opinión pública y los expertos continúan debatiendo la influencia de estas conexiones y qué acciones deberían tomarse para garantizar que figuras públicas sean responsables y transparentes en sus relaciones, especialmente cuando involucran temas tan delicados y de alto impacto social.