Desde 1997, cuando Tony Blair asumió como un ambicioso y confiado primer ministro británico, varias décadas, cinco presidentes estadounidenses y numerosos diplomáticos quemados han pasado por la escena del conflicto israelí-palestino. Y aquí está de nuevo. Blair, de 72 años, ha emergido como un actor clave en la planificación de la reconstrucción y gobernanza de la Franja de Gaza, si finalmente se firma un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamas, según funcionarios en Israel y Estados Unidos que conocen los debates. Un plan para la posguerra en Gaza, con elementos importantes elaborados por Blair, un firme de la política centroizquierdista, fue divulgado el lunes tras una extensa reunión en la Casa Blanca entre el presidente Donald Trump y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien dijo apoyarlo en una conferencia de prensa. La propuesta incluye un plan de 20 puntos con una visión de un ‘‘nuevo cuerpo internacional’’ que administre Gaza en una fase de transición. Lo denominarían una ‘‘Junta de Paz’’, presidida por Trump, con Blair como miembro junto con ‘‘otros jefes de Estado y miembros a ser anunciados’’. La junta supervisaría un grupo ejecutivo de administradores y tecnócratas palestinos responsables de la gestión cotidiana de la franja, con la eventual transferencia del poder a la Autoridad Palestina con base en Cisjordania. La propuesta también contempla que la junta tome decisiones amplias en estrategia y diplomacia, coordinando con Israel y con los Estados árabes del Golfo, que se espera financien gran parte de la reconstrucción de Gaza, además de supervisar la seguridad mediante una Fuerza de Estabilización Internacional que supervisaría a la policía local palestina.
La reaparición de Blair en el centro de las maniobras en Oriente Medio no sorprende a quienes han seguido su carrera. Desde su papel en los Acuerdos del Viernes Santo en 1998, que pusieron fin a la violencia sectaria en Irlanda del Norte, Blair ha abrazado los conflictos más espinosos, incluyendo su liderazgo para movilizar a los aliados de la OTAN en una intervención en Kosovo un año después.
Y aquí está otra vez. Blair, quien cumplirá 73 años en octubre, ha iniciado un proceso que podría colocarle en la escena del gobierno en Gaza. La relación de Blair con el conflicto israelí-palestino ha sido polémica. Los críticos palestinos lo recuerdan principalmente como uno de los coautores de la Guerra en Irak, promovida por Estados Unidos, y que ha sido vista como un fracaso que solo agregó más inestabilidad a la región. Sin embargo, su regreso como un actor en las negociaciones en Gaza representa un capítulo notable en la relación de Blair con la región. Ha enfrentado el conflicto israelí-palestino en varias posiciones: como primer ministro, como enviado de la ONU, consultor privado y mediador informal, sin dejar de insistir en buscar una solución a un enfrentamiento que ha agotado a otros jefes de Estado y diplomáticos.
Su interés en la región, incluso en momentos de crisis, es considerado por algunos como un compromiso genuino, aunque otros le cuestionan que sus ideas hayan sido en realidad un intento de revivir su relevancia internacional. Los críticos dicen que su línea ha tendido siempre a favorecer a Israel y que sus años de atención al conflicto no ayudaron a avanzar en la solución de dos estados que él mismo ha apoyado. De hecho, no realizó en público el reconocimiento formal de los territorios palestinos como Estado soberano, algo que sí hicieron otros líderes como el primer ministro británico Keir Starmer la semana pasada.
Su reaparición en el centro del escenario ha provocado controversia incluso dentro de Palestina. Algunos abogan por su papel como mediador, apreciando su credibilidad sobre todo en Israel, mientras que otros lo acusan de tener un pasado profundamente vinculado con apoyar políticas que han perjudicado las perspectivas palestinas, como la invasión de Irak en 2003 basada en informes falsos de armas de destrucción masiva.
A pesar de esto, Blair sigue siendo una figura que conoce bien la región. Su relación con Netanyahu, por ejemplo, ha sido descrita como cercana y con un grado de confianza, según quienes han visto su interacción en varias ocasiones, incluyendo en reuniones informales. La percepción en Jerusalén, por lo tanto, es que Blair puede tener un papel útil, incluso en un futuro cercano, en impulsar avances, sobre todo si es visto como un mediador aceptable por todas las partes.
Para los palestinos, la figura de Blair genera sentimientos encontrados. Mientras algunos lo ven como un posible facilitador, otros le recuerdan por su pasado y lo que consideran su apoyo a políticas que obstaculizaron la paz. La cuestión de qué rol tendrá en Gaza, si lo tendrá, aún no está definido y todos los protagonistas están en el proceso de negociar detalles clave, como el papel de la Autoridad Palestina y las condiciones para su participación. Todo indica, según un diplomático regional, que en las próximas semanas se agotarán las opciones y se buscará definir un acuerdo que incluya a Blair y a otros actores internacionales.
Blair, que en su carrera ha mostrado una determinación obstinada en resolver los problemas más difíciles, ha expresado en varias ocasiones su interés en seguir participando en la diplomacia internacional en esta región. Sin embargo, su pasado también le ha dejado heridas y dudas, especialmente entre los palestinos, que todavía recuerdan su papel en momentos en los que los derechos y aspiraciones palestinas parecieron quedar relegados.
Lo cierto es que, independientemente de su futuro en Gaza, Blair continúa siendo una figura relevante en el escenario internacional, y su involucramiento en estos temas refleja el interés persistente de un político que no ha dejado atrás su ambición de influir en la paz y estabilidad del Oriente Medio. La región, por su parte, observa con cautela, buscando que estos esfuerzos fructifiquen en algo más que propuestas y planes que, hasta ahora, solo han generado promesas y, en algunos casos, frustraciones.