Cody Balmer se encontraba fuera de la reja de hierro que rodeaba la sólida mansión de ladrillos, esperando y observando la casa donde dormían su objetivo y su familia. En una mochila, llevaba dos botellas de cerveza llenas de gasolina y un pesado martillo de acero.
En las primeras horas de la madrugada del 13 de abril, Balmer trepó la valla de la residencia oficial del gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, y, según la fiscalía, rompió una ventana con el martillo, lanzando uno de sus cócteles Molotov en el interior del inmueble.
Las ventanas ya comenzaban a arder cuando Balmer rompió otra ventana e ingresó a la casa. Se dirigió hacia el corazón del hogar, donde Shapiro, su esposa y sus hijos dormían junto a más de una docena de invitados que pernoctaban allí.
No logró atravesar un conjunto de puertas cerradas con llave en el acceso a las habitaciones donde descansaban, pero en su frustración, encendió otro cóctel Molotov en el comedor decorado. Horas antes, los huéspedes habían estado reunidos allí para celebrar la festividad judía de la Pascua.
Inmediatamente después, el fuego se propagó rápidamente y los invitados tuvieron que ser evacuados por agentes estatales en plena noche. Las llamas devoraron la vivienda, ennegreciendo las paredes y transformando candelabros, mobiliario y paredes en restos carbonizados. Afortunadamente, nadie resultó herido en el interior.
A la mañana siguiente, Shapiro apareció frente a las ventanas destrozadas de la residencia. Con una voz que rozaba el grito, afirmó: “Si esta persona intentaba disuadirme de cumplir con mi trabajo como gobernador, les aseguro que haré todavía más esfuerzo que ayer por la gente de Pensilvania.”* Sin embargo, en las semanas y meses posteriores, el gobernador afirmó haber estado lidiando en privado con la gravedad del ataque dirigido a su familia en un contexto de creciente violencia política.
“Llevo conmigo una enorme sensación de culpa —culpa de que el hecho de hacer este trabajo que tanto amo haya puesto en riesgo las vidas de nuestros hijos”, declaró Shapiro el martes.
Los ataques a líderes y activistas estadounidenses, a lo largo del espectro político, se han convertido en una realidad sombría. Entre estos, se recuerda el reciente asesinato del activista conservador Charlie Kirk, el asesinato de una legisladora demócrata en Minnesota, Melissa Hortman, y su esposo, y la agresión con un arma contundente del esposo de la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, en su domicilio. El año pasado, incluso, un tirador disparó contra Donald Trump durante un mitin de campaña en Pensilvania.
Las imágenes de Balmer corriendo y pateando las puertas dobles que conducen a las habitaciones privadas del gobernador, muestran la cercanía del peligro. Aunque no lograron abrirlas, las imágenes quedaron grabadas en la memoria de Shapiro. Él mismo expresó: “Es escalofriante ver esos videos. Me han estado persiguiendo durante meses… ¿Cómo lograron entrar tan lejos en la residencia del gobernador, que se suponía que era el lugar más seguro para nosotros?”.
En una entrevista en CNN, desde un despacho frente a las mismas puertas —testimonio de aquella noche—, afirmó: “Nos resulta muy difícil, al recorrer estos pasillos, saber que él también estuvo aquí, en esta misma casa”.
El gobernador ha señalado que, aunque su familia no desea vivir con miedo, el ataque dejará heridas profundas. En reuniones y entrevistas recientes, ha destacado que la violencia política en Estados Unidos está en un punto crítico y ha pedido a los líderes del país que asumann la responsabilidad de frenarla.
“Necesitamos que todos los líderes hablen y actúen con claridad moral, que condenen la violencia, y que intenten bajar la temperatura para evitar que situaciones así vuelvan a ocurrir”, expresó.
Shapiro también criticó la actitud del expresidente Donald Trump, quien ha culpado en varias ocasiones a los demócratas de incentivar la violencia política, aunque los datos y hechos reales han desmentido esas afirmaciones. “He hablado con personas que estaban considerando postularse a cargos públicos pero que han decidido no hacerlo por miedo a poner en peligro a sus familias. Son personas buenas que solo quieren servir a su comunidad”, comentó.
El gobernador y su esposa saben que el servicio público conlleva riesgos, pero antes de la agresión, estos parecían solo una teoría remota, algo que podría ocurrir en otros, pero no en su propia casa. “Pero esto lo hizo todo muy real”, confesó.
En medio del debate nacional, Shapiro hizo un llamado a los líderes para que enfrenten la violencia con claridad y sin dobleces. La situació política en Estados Unidos está en un momento delicado, y el propio gobernador subrayó que, aunque su familia no quiere vivir con miedo, el impacto psicológico será duradero.
“Las cicatrices permanecerán, pero el tiempo ayudará a sanar”, concluyó, reiterando que el daño emocional será una consecuencia que llevará toda la vida.
