En la noche del 20 de septiembre, bajo las tenues luces de la calle en Capitol Hill, Gary Dziekan, conocido como “Zeek”, caminaba vestido con lederhosen, regresando a su casa después de haber coorganizado una fiesta de Oktoberfest cinco cuadras atrás. Mientras cruzaba la intersección con C Street, se dirigía hacia la pequeña reja de hierro que separaba una fila de casas de dos pisos llenas de color de la tranquila calle de Washington, DC.
A pocos pasos de la estrecha casa verde donde dormían su esposa y sus dos hijos pequeños, los pasos de una figura detrás de Zeek se aceleraron en el paso peatonal, retumbando en el pavimento.
Zeek, que en ese momento no llevaba puesto su uniforme y trabaja como bombero en DC, se volvió justo a tiempo para ver a un hombre enmascarado apuntándole con un arma. El hombre intentó asaltarlo, lo que desencadenó una pelea que terminó con Zeek siendo disparado y quedando tendido en el suelo mientras marcaba el 911. Esperó durante tres minutos — aferrándose a su herida sangrante — sin recibir respuesta del número de emergencias. Finalmente, llamó a su propia estación de bomberos, suplicando por ayuda.
Su llamada sin respuesta evidenció un fallo crítico en el sistema de despacho de la ciudad, que ha tenido problemas crónicos de personal, dificultades en la contratación y despachos fallidos que han puesto en peligro la vida de algunos llamantes, informó Zeek, quien trabaja con el sistema de emergencia 911 de DC como primer respondedores.
El tiroteo ocurrió en un momento en el que la ciudad también había visto una caída en los delitos reportados, tras la intervención federal de la policía local en agosto, con el despliegue de las fuerzas federales en las calles, en respuesta a un aumento en la delincuencia en los meses previos.
A pesar de que Zeek había visto anteriormente patrullas de la Guardia Nacional y otros agentes en su vecindario, en esa noche se encontraba solo, sin protección federal o ayuda del 911, obligado a actuar por su cuenta.
El delincuente, tras amenazarlo con la pistola y tratar de desbloquear su teléfono, le apuntó en el pecho cuando Zeek, en un acto de desesperación, usó su cuerpo para apartar el arma. En ese instante, el ladrón disparó, atravesando los dedos del agresor, la bala se deslizó hasta el pecho y el hombro de Zeek, quien quedó desplomado en la acera.
El ladrón huyó, dejando caer el arma, la bolsa y el teléfono de Zeek. Este se aferró a las straps de su lederhosen para usar su camisa como vendaje en la herida, mientras llamaba al 911 en modo altavoz, sin respuesta durante tres minutos en medio de la calle.
Les llega nuevamente la presencia del agresor, que regresa caminando con la intención de acabar con su vida. Zeek, temiendo ser ultimado, toma la pistola que estaba cerca y dispara contra el agresor, que huye para salvar su vida. Un vecino salió para ofrecer ayuda y, en lugar de llamar al 911, Zeek le indicó que llamara a la línea directa del cuartel de bomberos donde trabaja, a solo seis cuadras de distancia.
Zeek, gravemente herido, fue atendido rápidamente por los servicios de emergencia: los bomberos y la policía llegaron a su domicilio antes de las 10:17 p.m., y fue trasladado al hospital. Dos días después, fue dado de alta en compañía de su familia, con fragmentos de bala aún alojados en su hombro, una zona delicada que, según los médicos, es demasiado riesgoso operar.
Al mirar atrás, Zeek admite que nunca habló con alguien en el 911 esa noche. Aunque en su trabajo ha percibido problemas en la gestión de llamadas, destacó que en esa noche en particular, la atención estuvo ausente, y la situación le pareció “digna de desprecio”.
Desde entonces, ha expresado su frustración por la ineficiencia del sistema, que frecuentemente envía direcciones incorrectas, lo que podría costar vidas, a pesar de los esfuerzos del departamento para mejorar el despacho. La noche del incidente, solo había 16 empleados en el turno, uno menos del mínimo requerido, con varios trabajando horas extras.
A pesar de la inseguridad, Zeek sostiene que la presencia de agentes federales ha contribuido a cierta mejora en la seguridad del distrito, aunque aún le preocupa la vulnerabilidad que sintió esa noche, a solo pasos de su puerta. Él desea que haya consecuencias para quienes cometen violencia y que las acciones sirvan para disuadir a otros, pero también reflexiona sobre su futuro y el de su familia en una ciudad marcada por la violencia y el sistema de emergencia fallido.
Asimismo, las autoridades federales y locales lograron arrestar al sospechoso, un adolescente de 17 años, identificado como Marcellus Dyson, Jr. La investigación indica que huyó tras disparar y luego fingió estar herido para recibir ayuda. El joven enfrentará cargos como robo a mano armada, posesión de armas y asalto agravado con arma de fuego, en un proceso que continuará en las próximas semanas.
A través de las declaraciones y las imágenes de respaldo, Zeek expresa su apoyo a las medidas más estrictas tomadas contra los delincuentes menores, y asegura que desea que su historia sirva como ejemplo de la necesidad de responsabilidad y de un sistema de respuesta efectiva para evitar tragedias similares en el futuro.