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El poder blando está fuera. El poder duro está dentro. Desde su regreso a la Casa Blanca, el Presidente Trump ha demostrado que prefiere golpear, no negociar, para lograr objetivos de política exterior. Con contrapartes de Asia, Medio Oriente y Norte y Sudamérica, el Sr. Trump ha mostrado una disposición a utilizar el poder estadounidense de una manera que la mayoría de sus predecesores modernos no lo han hecho. Su instrumento contundente favorito no es la fuerza militar, sino la coerción económica, como los aranceles que ordenó el sábado sobre bienes de Canadá, México y China.